viernes, 2 de julio de 2010

2-7-10

Si el calor se volviera tempestad
mis raras sensaciones serán holgura,
y los topos duermen bajo la ciudad
mientras arriba se propaga la locura,
reclamando el frugal buen recaudo
y la egoísta trifulca de las palabras.
A veces tan cansado que no aplaudo
ni lo que me deja el camino de las cebras,
o como esa tal mayor frustración
que es la de los ojos que no vieron,
ya que es tanta nuestra inmersión
que las banderas nos imbuyeron,
de promesas y de tambores mudos
y de la torpeza que nos revoluciona
más allá del bochorno y los pases agudos,
y tanto más que nos emociona.
El caso es vigilar esa amplia confianza,
no correr lejos de las cadenas de otros
y no tentar vacío a la antigua usanza
con lo que quede marcado en los rostros.
Usemos las nuevas piedras construidas
que sustenten fuertes la ilusión,
millones de ilusiones coloridas
para con cada final, su bendición.

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