Basta una mirada: me congelo y desgrano,
que jugar a lo mismo nunca fue tan lejano,
raro es el ser normal, batallas más de cien,
con contar lo que al terminar te salve bien.
Mucho discutirían de lo dado y lo tenido
que nunca se es contento ni entendido,
siempre las penas y culpas salen delante
y un mal minuto de la vida nos espante.
Quisimos palabras y lento el recuperar
y odiamos a la fuerza el harto esperar;
de testigo, sacrifio, y es presto el olvidar,
su gloria fueron otros por alto a abordar.
Si al final, lo que nos queda es el legado,
sin pensar y a veces siquiera entregado,
en cabina y por algo más que un centurión
y séanos pues esta despedida y bendición.
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