Tan dulce como esas estrellas de algodón
que bailaban al compás de la noche
tan suave como mis sueños sin tentación,
aquellos que ni siquiera tuvieron reproche.
Subimos tan alto y tan lejos que nadie nos alcanzaba
y estrenamos la ilusión como tras el primer anochecer,
pero solo eran susurros que por afán esperaba
y en vano en lo interior solo se querían estremecer.
Cruel imaginación, que nunca deja en su sitio las cosas,
que acerca y aleja los tesoros, sin saber si es juego o truco;
ardiente desolación, que recuerdas a mi luna y mis rosas.
Pero sin embargo, no será por completar así su cupo,
pues incluso las peores pasiones merecen sus glosas
aprender de bueno o malo, al final tendrá su merecido fruto.
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